Inmunidades falsas y
otros demonios…
Sábado por la noche, y junto a la
seguridad de saber la fecha con hora exacta y todo lo que lo complementa,
estaba también la certeza de que nada ni nadie –inclusive tus ojos- llamaría mi
atención de la forma como lo lograste ese mencionado día. Ojos que combinaban
perfectamente con la ropa que llevabas puesta y con tu sonrisa, la cual no pude
dejar de apreciar en lo que fue de la noche. ¿La sonrisa? ¿Qué tiene que ver
ella al momento de comparar mis ojos con lo que llevaba puesto esa noche?
–seguramente te preguntarás- pues, ¡sencillo! Era igual de blanca y reluciente a
lo poco de blanco que pude notar en el fondo de tus ojos, digo lo poco porque
casi toda mi atención se iba en determinar la tonalidad exacta de ese color que
con tanto orgullo llevas en tu mirada. –dure toda la noche y creo que aun me
sigo preguntando cual es la tonalidad exacta de tus ojos-
No había ningún plan, nada
premeditado. El haber cruzado unas cuantas palabras nocturnas días previos a
ese encuentro, me hicieron pensar que
esa inmunidad de la que tanto presumía no se vería afectada, es decir,
no corría ningún riesgo con tu cercana presencia –Dios que mentiroso soy- una
desconocida mas con la que bailo y
comparto momentos una noche ¡ese era el plan!
De momentos incomodos y primeros
bailes algo torpes a conversaciones al oído donde el único adjetivo con lo que
se podía calificar ese momento sería “interesante” pasó nuestra noche –sabes
muy bien que no fui el único que percibió todo esto que te relato acá- la cual
se ponía mas a nuestro favor cada que una canción nueva sonaba. No vale la pena
relatarte ese momento, ese espacio, que espero no sea el ultimo ni único que
viva a tu lado –me aterra lo cursi que suena eso, pero no encontré mas
palabras- lo que si importa y realmente interesa es lo que después de ese
momento surgió, una confianza rara pero muy saludable para ambos, al menos yo
lo veo así.
De esa inmunidad de la cual presumía momentos previos de
conocerte te tengo que decir... Adelante ¡¡búrlate!! Puedes sentirte
victoriosa. Fue muy fácil derrocar mi legado, mi filosofía, mi pensamiento. Lo
que si ha sido difícil y complicado de lograr es sacar de mi cabeza ese
momento, ese instante, donde presumía y
te decía en tu cara “yo soy inmune a ti” pero mi cuerpo y mis acciones me hundían
en la mentira, ya que lo único que pedían era sentir tus manos y rodear tu
cintura –tantas mentiras en una noche, en serio Dios, perdóname-
Así resumo este cuento,
¿conclusión? Mi inmunidad se fue corriendo desde el momento en que te vi
sentada en frente mio, me dejó solo y sin saber que hacer –puedes reírte, yo lo
estoy haciendo mientras escribo estas líneas- y bueno ya sabes que pasó gracias
a esa cobarde inmunidad, no hace falta volverlo a repetir.
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